Queridos feligreses:
Noviembre comienza con la fiesta de “Todos los santos”. En su origen (siglo IV) estaba dedicada a la “memoria de los mártires de todo el mundo”. Hoy es la fiesta de la santidad de los redimidos por Cristo (reconocidos o no por la Iglesia), que vivieron y murieron con la esperanza de la vida eterna. En lenguaje actual podríamos decir que es una fiesta inclusiva, participativa, universal,… ya que la santidad de Dios no conoce fronteras y se manifiesta, de manera misteriosa y sorprendente, en la vida de sus hijos más allá de su raza, cultura, origen o condición. Como nos recuerda el papa Francisco “La santidad es el rostro más bello de la Iglesia. Pero aun fuera de la Iglesia católica y en ámbitos muy diferentes, el Espíritu suscita signos de su presencia, que ayudan a los mismos discípulos de Cristo” (Gaudete et exsultate 9). Pero, para nuestra comunidad cristiana, noviembre es el mes de Santa Engracia y los protomártires de Zaragoza. Nuestra parroquia hunde sus raíces en la experiencia del martirio y la entrega de los primeros cristianos en nuestra ciudad de Zaragoza. Su historia es la culminación de su pasión por Jesucristo. Sin miedo a las contrariedades por la fe, su ejemplo nos fortalece y nos obliga a mirar la realidad de los cristianos perseguidos en tantos lugares del mundo pero, al mismo tiempo, estimula nuestra vida para vivir con más pasión, con más entrega y con más ilusión el Evangelio de Jesucristo. El auténtico motivo de nuestra alegría es Jesucristo, que nos regala la “alegría que se vive en comunión, que se comparte y se reparte, porque hay más dicha en dar que en recibir” (GE 128). Hoy, nuestra sociedad pone su mirada en otros modelos de vida. Para muchos, los santos, ya no son significativos y han pasado a ser figuras anacrónicas. La reciente canonización de Pablo VI, Óscar Romero o Ignacia Nazaria nos propone modelos cercanos en el tiempo, pero nuestro mundo necesita referencias próximas, inmediatas, que nos presenten la santidad. Son “los santos de la puerta de al lado, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios” (GE 7). Es la santidad de “los padres que crían con tanto amor a sus hijos, esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, los enfermos, las religiosas ancianas que siguen sonriendo” (GE 7) y tantos más… ¿Te apuntas a ser santo? Si quieres tener una referencia piensa que “la santidad se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros” (Benedicto XVI).