Queridos feligreses
Estamos a las puertas de la Navidad y, cuando ya están nuestros hogares preparados, os invito a que os preguntéis si también vosotros lo estáis. Porque… preparada estuvo María quien, sin mucho tiempo, respondió al ángel Gabriel: “hágase en mí según tu Palabra”; preparado estuvo José que reconoció la huella de Dios en el embarazo de su mujer; preparados estuvieron los pastores cuando, aquella noche, descubrieron una luz en un bebé nacido en la oscuridad; preparados estaban los magos de oriente que, atentos a los acontecimientos, comenzaron una peregrinación en busca “del Rey de los judíos”. Unos y otros estaban preparados y se dejaron sorprender por Dios que, hecho niño, quiso nacer en mitad de la noche, en un rincón de la humanidad.
Pero la Navidad no es, sin más, un recuerdo de lo sucedido hace dos milenios en Belén de Judá. Los cristianos celebramos que Dios sigue llamando a las puertas de nuestra vida y hoy nos sorprende e ilumina con su presencia. Nuestra preparación, como la de María y José, los pastores o los magos de oriente, será abrir los ojos y el corazón para dejar que Él acampe en nuestro mundo y siga iluminando y sosteniendo nuestro caminar. Las luces y el llamado “ambiente navideño”, no pueden ocultar el gran acontecimiento: Dios sigue naciendo hoy y está presente en la vida de las personas y de la humanidad.
La Iglesia proclama y celebra todo el año la presencia de Dios con nosotros. En nuestra parroquia, como en todas, celebramos los sacramentos como presencia de Dios. Vivimos el tiempo de oración personal y comunitaria, y la lectura de la Biblia como presencia de Dios. Nos reunimos en grupos para buscar cómo seguir a Jesús hoy, y eso es, también, presencia de Dios. Acogemos y nos encontramos con quien sufre en su cuerpo o en su espíritu, y lo hacemos como presencia de Dios. Su presencia nos transforma y nos convierte en testigos de la alegría que viene de la fe.
Os propongo un pequeño signo para estos días de Navidad. Pequeño y visible por todos. En la Nochebuena, cuando os dispongáis a cenar, tened preparada una velita roja y ponedla en vuestra ventana o en vuestro balcón. Será una forma sencilla de decir que, en esa casa, Dios nace de nuevo. Con esta vela, igualmente, nos uniremos a la campaña de Ayuda a la Iglesia necesitada: “Enciende una vela por los cristianos perseguidos”.
Que el Señor sea luz y bendición para vosotros y vuestras familias. ¡Feliz Navidad!
Estoy a vuestro servicio.
Santiago Aparicio