Queridos feligreses
Parece que a nuestro mundo se le abren las costuras. Los hilvanes que sujetan muchas relaciones no soportan más tensión. Los grandes proyectos comunitarios atraviesan las crisis de los nacionalismos y populismos; nuestro planeta sufre la crisis ecológica; los países en vías de desarrollo siguen padeciendo el hambre y, en no pocas regiones, conviven entre constantes enfrentamientos armados.
Si miramos a nuestro entorno el panorama no es mucho más halagüeño. La desconfianza se ha implantado en la sociedad cuestionando con y sin motivo a quienes tienen responsabilidades sociales, políticas, económicas… en definitiva, a quienes deben ser sus primeros servidores y trabajadores del bien común así como garantes de la estabilidad social. Y si nos fijamos en el ámbito “doméstico” descubrimos con dolor la realidad precaria en la que se encuentran muchas familias, auténticas sufridoras de todas las crisis. En muchos casos, cuando nos detenemos ante estas situaciones decimos que son “demasiado grandes” para resolverlas y otras son “demasiado próximas” como para saber solucionarlas. Incluso llegamos a afirmar que hay situaciones “que no tienen solución”. Cuando la realidad de la vida resulta demasiado pesada para muchas personas nos surge la pregunta: ¿Hay motivos para la esperanza?
La respuesta, para el creyente, es clara: ¡Hay motivos para la esperanza! Según nuestra fe se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual afrontamos nuestro presente que, aunque esté cargado de dificultades, se puede vivir y aceptar porque nos lleva hacia una meta tan grande que justifica el camino por difícil que parezca.
Hoy comenzamos el adviento, el tiempo de la esperanza, en el que recordamos la promesa y la alianza de Dios con nosotros. Una virgen, María, lleva en su seno a quien nos trae la salvación y la vida: Jesucristo. Él se hace presente hoy e ilumina las situaciones de oscuridad. Es “el sol que nace de lo alto” y nos muestra el camino que conduce a Dios.
Los cristianos somos los hombres y las mujeres de la esperanza porque sentimos que Dios sigue viniendo a nuestro mundo hoy. Él nace y se hace presente en las situaciones de necesidad. Él es la luz en medio de la oscuridad. Él está ya en medio de nosotros. Si nosotros no lo reconocemos… ¿quién lo hará? Si no le abrimos la puerta ¿quién la abrirá? Si no le acogemos… ¿quién le acogerá? Atentos. Es el adviento, el tiempo de la esperanza. El Señor viene a nosotros y nos da su palabra. Abridle las puertas.
Estoy a vuestro servicio.
Santiago Aparicio