La tradición lo considera como un jornalero cuyo amo, no cristiano, lo mandó decapitar por no querer apostatar. Entonces tomó en sus manos la cabeza y caminando así desde las afueras de la ciudad hasta la cripta de Santa Engracia. Pertenece, pues, al grupo de los santos cefalóforos (“portadores de cabezas”), como San Dionisio de París o los santos Félix y Régula, venerados en la diócesis de Tarazona por morir supuestamente en Torrijo de la Cañada, aunque el martirologio romano los sitúa en Zurich.
La misma tradición sitúa su martirio en el s. IV. El hecho de nbo citarlo prudencio y su noprme de origen germano hace que se le sitúe actualmente en el s. VIII, como recoge el Martirologio Romano, que omite los detalles de su martirio. Así lo consideró ya el P. Risco en el t. 30 de la España sagrada, en el s. XVIII, que motivó la airada respuesta de fray Lamberto de Zaragoza a fines del s. XVIII en con su Disertación histórico-crítico-apologética de la vida y martirios de San Lamberto.
Su devoción se reavivó en el s. XVI con la visita de Adriano VI a Zaragoza en 1522, camino de Roma, cuyo interés por el santo se debe a que el patrón de su patria es otro San Lamberto, celebrado el 17 de septiembre, y también con la fundación de un convento de Trinitarios en el lugar de su martirio, que perduró hasta 1835.
Su fiesta se celebra el 19 de junio como memoria obligatoria en la diócesis. Durante siglos ha sido el patrón de los agricultores aragoneses, aunque la disminución de la población rural y la promoción de la devoción a San isidro Labrador ha hecho que haya disminuido mucho. Es el patrón del barrio zaragozano de Miralbueno, cuya parroquia le está dedicada, y de Utebo.