Queridos feligreses
Acabamos de recibir, como un regalo, un nuevo año en el que seguir desarrollando nuestra misión parroquial que es, en definitiva, ser Iglesia en medio de las casas de la gente, con las familias, en el centro de Zaragoza. Ser comunidad cristiana que celebra la fe, crece en el seguimiento de Jesucristo y ejercita el amor y la caridad hoy. Ser, en palabras de San Juan XXIII, “la fuente de la aldea a la que todos acuden a calmar su sed”. Es el horizonte hacia el que camina nuestra parroquia que intenta concretar el Plan diocesano de pastoral “Id y anunciad el Evangelio” y que este año nos recuerda la importancia de “revitalizar las comunidades cristianas”.
El sujeto principal que revitaliza la Iglesia es el Espíritu, así lo expresamos en una de las plegarias eucarísticas: “Haz que nuestra Iglesia de Zaragoza se renueve constantemente a la luz del Evangelio y encuentre siempre nuevos impulsos de vida”. Es el Espíritu quien transforma el corazón de la Iglesia para ser, en el mundo, testigo del amor de Dios. Junto con la súplica y la confianza en Dios, es necesaria la conversión personal y comunitaria que está en la base del seguimiento de Jesús. Queremos abrir las puertas de nuestra vida y de nuestra parroquia a la verdad de Jesús. Que todo lo que hagamos sea siempre en su nombre.
Una Iglesia activa y alegre El papa Francisco nos recuerda que “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús” (EG 1). Se trata de una alegría contagiosa, capaz de impregnar la vida de la comunidad, incluso en medio de las dificultades. Es una alegría misionera que rebosa cuando se comparte. Es la alegría que brota del encuentro con Jesucristo. Nuestro tiempo necesita de cristianos y comunidades que vivan la alegría de la fe, el gozo del evangelio, la experiencia de encuentro con el Señor que sigue contando con nosotros para
mostrar su Evangelio.
Todos somos necesarios en esta misión. Naturalmente nuestra parroquia con su acción pastoral, los grupos de formación y catequesis, de acción caritativo y social o de liturgia y oración; pero también son necesarios los movimientos y asociaciones de fieles, así como la cofradía y cualquier grupo vinculado con nuestra comunidad cristiana. También son necesarias las familias cristianas con la vivencia diaria de fe y, ¡cómo no! cada cristiano. Todos estamos llamados a mostrar al mundo la buena nueva de Jesús. Dios cuenta con todos.
Estoy a vuestro servicio.
Santiago Aparicio