El órgano de tubos es el rey de los instrumentos musicales, por su grandiosidad y la variedad y riqueza de sus sonidos. También, desde hace siglos, el más comúnmente asociado al culto en las iglesias.
El concilio Vaticano II, en la constitución “Sacrosantum Concilium” sobre la sagrada liturgia, señala: “Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos como instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor admirable a las ceremonias de la Iglesia, levantando poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales”. La función del órgano en la liturgia es acompañar el canto coral o de la asamblea solemnizándolo y sosteniéndolo, y actuar como solista en determinados momentos de la acción litúrgica.
Nuestra basílica-parroquia cuenta con un hermoso órgano desde el mismo año en que concluyó la reconstrucción del templo, 1899. La Junta Inspectora de las obras solicitó el asesoramiento de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza y encomendó la construcción del instrumento a los organeros hermanos Inchaurbe de nuestra ciudad, autores de uno de los tres proyectos presentados a concurso. La entrega del órgano se verificó en enero de 1899; el precio fue de once mil quinientas pesetas, y se satisfizo en tres plazos -el último, en junio de ese año-. Consta de dos teclados de manos de 56 notas de extensión y uno de pies de 27 notas. Suma 25 registros y más de 1500 tubos. Es un instrumento notable, de buena calidad y muy representativo de su época, uno de los mejores entre los escasísimos órganos en Aragón de estilo romántico español.
Tras una intervención poco afortunada en los años 70 del siglo XX, fue competentemente restaurado por la casa Späth de Rapperswill (Suiza) durante el primer semestre del año 2000, gracias al apoyo económico de los feligreses y muy especialmente a un legado de doña María Isabel Jarque (q.e.p.d.).
Casi diecinueve años después, se está llevando a cabo una revisión y afinación general del órgano, a cargo del prestigioso organero burgalés afincado en Barcelona don Óscar Laguna. Esta operación era muy conveniente desde hace tiempo -lo ideal, si hubiera medios económicos, sería realizarla cada año-. Los órganos son instrumentos muy complejos y en cierto modo delicados, y los tubos, y su afinación, se ven afectados por los cambios de temperatura estacionales, muy extremos en Zaragoza y más en una fábrica prácticamente exenta como nuestro templo. Ello evita, además, ulteriores reparaciones mucho más costosas. Esta intervención ha sido posible gracias a una subvención de la Fundación Ibercaja.
Gregorio Lasierra,
organista titular